Foro Generacional - Perú

domingo, octubre 30, 2005

Ahora ya no están en la calle

Escrito por:
Renato Cisneros
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En las calles marchamos, pero también discrepamos. Al final primaron las coincidencias
Nosotros vivimos coyunturas muy complicadas, y participamos del tránsito a la democracia
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CRÓNICA CAMBIO DE CARA
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Era junio del 97, pero ellos lo vivían como Mayo del 68, en París. Hastiados de ser solo indignados televidentes de la autocracia de Alberto Fujimori, los universitarios invadieron las calles de Lima para marchar contra el abusivo régimen. El ímpetu de su edad y la peregrina intuición de estar haciendo historia los llevó a recorrer avenidas, en una osada aventura por recuperar la democracia. Claro que no todos los aplaudían con la misma convicción. Desde las acrisoladas terrazas de la gente acomodada, por ejemplo, la protesta de los jóvenes se veía como un gesto apenas simbólico: cívico y espontáneo, sí, pero absolutamente intrascendente, incapaz de incomodar a ese bloque de poder que después bautizaríamos como mafia fujimontesinista.
Los chicos se pintaban de blanco, componían originales arengas, pero las clases dirigentes no los tomaban en cuenta. Las fuerzas políticas de oposición incluían a los jóvenes para decorar sus diatribas contra el régimen y el fraude electoral del 2000, pero los limitaban a la vulgar tarea de pegar afiches en los muros y repartir volantes. ¡Vaya manera de incorporarlos a la escena!
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AHORA VENGO YO
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Han pasado ocho años de aquella gesta callejera y --aunque varios de esos universitarios desaliñados se desarticularon y dispersaron en el laberinto de sus propios proyectos-- hay otros que, a su manera, siguen peleando por la legítima utopía que supone mejorar el país.
Ese es el caso puntual de la gente de Foro Generacional, un espacio que reúne a diferentes nuevos líderes que --aunque forman parte de los clásicos partidos-- están harto preocupados por el devenir político.
Desde el 2000, más de treinta jóvenes --entre los 25 y 40 años-- se reúnen para crear unaplataforma que les permita modificar la forma de hacer política en el Perú. Cada uno tiene su propia ideología, pero todos están convencidos de que es necesario otro tipo de gestión pública.
"Después de la Marcha de los Cuatro Suyos empezamos a reunirnos con agenda abierta para continuar lo que habíamos empezado", cuenta Federico Tong, coordinador general del foro.
Pero este movimiento no se sostiene por la simple voluntad democrática de sus integrantes. Actores fundamentales en su constitución son el Instituto Demócrata y el Instituto Republicano, así como la fundación social-cristiana Konrad Adenauer, entidades que --conscientes de la necesidad de una renovación con gente joven-- patrocinan las actividades del Foro Generacional.
"Queremos imponer a largo plazo nuevas reglas de juego para hacer política", dicen.
Hasta ahí todo muy bonito. ¿Pero por qué creerles? ¿Por qué confiar en su rollo entusiasta y prometedor? Ellos responden a esa suspicacia apuntando que los avalan sus trayectorias profesionales y que no tendrían ningún problema en exhibir sus hojas de vida, amén de sus secretos bancarios. Esa promesa de transparencia podría ser suficiente, pero también los políticos más tradicionales juran que no hay basura bajo sus alfombras.
Sin embargo, el foro tiene claro un aspecto que sí sería un matiz de diferenciación: "No estamos apostando a lo joven por lo joven, porque eso no es necesariamente renovador. Creemos en una alianza intergeneracional, porque aún hay políticos mayores que son referentes".
Esa postura es clave para entender el espíritu de su cruzada. Ellos no pretenden ser parricidas, ni estructurar una suerte de improductivo borrón y cuenta nueva, sino tomar lo mejor de lo actual (¿hay?) y sazonarlo con su combo de ideas nuevas, muchas de ellas atravesadas por la lógica de la tecnología, y la mecánica de la interacción y la globalización.
"La política en el Perú ha sido caudillista, intolerante, dogmática y sectaria. Nuestro perfil postula liderazgos eficientes que participen en competencias pero sin enfrentamiento", sostienen.
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CINCO TENEDORES
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La semana pasada nos reunimos con cinco miembros del foro en la calle Capón. Todos menores de 36 años. Era curioso verlos tan campechanamente juntos. Uno era del Apra, otro del PPC, otro de Perú Posible, otro del Movimiento Nueva Izquierda y otro del Partido por la Democracia Social (PDS), pero todos comían del mismo plato y mantenían una nada sobreactuada cordialidad. Una imagen que contrasta de cabo a rabo con la típica militancia de bancadas.
"Aquí podemos conversar abiertamente, sin entrar en peleas ideológicas. Nuestra propuesta exige políticas de 20 o 30 años, porque si Flores, García o Paniagua se endeudan en los próximos cinco años, los que vamos a pagar somos nosotros y nuestros hijos", subraya Miguel del Castillo, secretario nacional de Informática del Partido Aprista. Uno podría pensar que él está empapado de los típicos clichés del aprismo, pero en su testimonio se respira un (imaginamos auténtico) deseo de cambio.
"Queremos evitar los Pacheco, los Torres Ccalla, los Víctor Valdez, los congresistas que meten familiares a sus planillas. No vamos a dejar que se nos pase esta gran oportunidad".
Pepecista de alma, Mónica Saravia es casi tan elocuente como Lourdes Flores, pero tiene mejor sentido del humor. Mónica escucha a Miguel y añade: "Sabemos que imitando al Congreso actual no vamos a llegar a ningún lado. Queremos mirar el Perú con una visión de futuro".
Igual piensa Roberto Rojas, que salió de la Universidad San Martín y acabó recalando en las filas medio destartaladas de Perú Posible. "Aquí tenemos una coincidencia en el tema de los valores y la apuesta por una política blanca. A mí me encantaría, por ejemplo, que Mónica Saravia entrara al Congreso por el PPC", comenta, ilustrando esa peculiar lealtad que se tienen los miembros de Foro Generacional.
Roberto le cede la posta a Yomar Meléndez, militante de la izquierda pero cuyas reflexiones no tienen el eco rancio de otros zurdos. "Es cierto que, por lo general, al joven se lo ve como un político amateur, pero también es verdad que en algunas juventudes ese papel se ha asumido como una forma de actuación. Y ese es un error", explica.
El último de la mesa es Dimitri Senmache, ex asesor de los ministros Gino Costa y Fernando Rospigliosi y miembro del Comité Ejecutivo Nacional del PDS.
Dimitri piensa que el foro es un espacio en el que vibra "la necesidad de forjar una identidad como nación" y donde el nivel profesional funciona como un blindaje ante la corrupción.
Los cinco terminaron de almorzar y se despidieron con cariño. Antes de irse puntualizaron que no pretendían ostentar una pomposa representación de la juventud. También, de taquito, criticaron el individualismo de Martín del Pomar (ex figura de las marchas antifujimoristas y hoy alcalde de Barranco), y anunciaron el próximo lanzamiento oficial del Foro Generacional.
Digamos que la suya es una propuesta que ciertamente llama la atención. Una fórmula que suena misteriosamente plural, pero de la cual sería prematuro desconfiar. Que se aparezcan públicamente en tiempo electoral invita a la sospecha, pero, vamos, démosle a este foro el beneficio del tiempo. Hace ocho años estos jóvenes la rompieron en las calles. Pelearon y defendieron lo que les parecía justo. Ojalá que en la resbaladiza arena política reproduzcan ese mismo espíritu de lucha, y que lo hagan en nombre de la dictadura que se tumbaron y de la democracia que ayudaron a recuperar.
Los jóvenes que marcharon contra la dictadura desde 1997 ahora coinciden en el Foro Generacional, un espacio que busca acabar con la política mediocre e ineficaz
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Artículo publicado el Domingo 30 de octubre de 2005
Diario El Comercio - Perú
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Nota: Aparecen en la foto, de izquierda a derecha, de Pié: Vicente Sánchez, Dimitri Senmache, Roberto Ramos, Reinaldo Serra, Roberto Rojas, Karina Cisneros, Miguel del Castillo, Federico Tong, Yomar Melendez, Nisin Morales, René Meza. Sentados: Omar Zambrano, Alfonso Artola, Carlos Tengan.
FE DE ERRATAS: En la parte referida al compañero Dimitri Senmache, dice: "miembro del Comité Ejecutivo Nacional" Debe decir: "Ex Miembro del Comité Ejecutivo Nacional"
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Para ponerse en contacto con el Foro Generacional, haga click aquí.
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martes, octubre 25, 2005

Educación: pilar y motor de todo desarrollo

Sin educación, todo esfuerzo humano es improductivo, pues no genera frutos favorables. Hoy nuestro país puede constatar, tristemente, que no existe ni ha existido una política nacional que reconozca en la educación la principal condición para el progreso. Ello se ha debido y se debe principalmente a que nuestros gobiernos han sido y son el resultado continuo de simples pugnas por el poder, viéndose a éste únicamente como el fin y no como un medio de transformación. Nuestros gobernantes han ansiado el poder tan sólo para utilizarlo en su provecho personal o de grupo, mas no del país, y mucho menos lo han dirigido a la construcción de una identidad nacional. Ello ha originado que la política gubernamental, llamada a viabilizar un Plan Nacional de Educación coherente a mediano y largo plazo, sea tan sólo un espacio para dilapidar y destruir toda propuesta dirigida a educar seria y concientemente al ciudadano.
La educación, lejos de formar ciudadanos, ha sido vista y utilizada como un producto comercial más, en un mercado que excluye a muchos niños y jóvenes. La venta de información y datos ha reemplazado al deseo de difundir y proporcionar cultura. Hoy, el bajo nivel educativo de nuestro país se ve reflejado en el escaso nivel, casi nulo, de participación ciudadana. Y como todo círculo vicioso, al no participar el ciudadano en la política nacional, al no estar conciente de que su participación es importante, no tiene el poder de cambiar su realidad, las circunstancias ni las fuentes que originan tal situación.
Hay que educar para generar la participación de la gente, la educación es la fuente primaria y real de todo concepto de libertad. Una democracia que no base su esencia en la educación no es una verdadera democracia, pues sus ciudadanos no poseerán las herramientas ni los medios para hacer que dicha democracia sea real y verdadera y no podrán impedir que ésta se convierta en una mera fórmula electoral que cumpla tan sólo con las formas y no con el fondo.
Hoy la educación es sinónimo de venta de información suelta, muchas veces irrelevante e inútil, que no permite la comprensión cabal de la realidad ni de sí mismo, que no está siquiera relacionada a nuestros procesos históricos ni está ligada entre sí.
Un ejemplo claro es el sistema educativo actual, basado en el paporreteo, en donde al estudiante se le "enseña" tan sólo a recordar fechas de eventos y obras sueltas de personajes, sin entender el porqué de estas obras, el cómo y el porqué sucedieron estos eventos. Cuando en el colegio se le enseña a un joven sobre la historia del Perú, se utiliza comúnmente el texto de Pons Muzzo, el cual no brinda ningún elemento ni datos que favorezcan el análisis crítico de la historia, pues no se explica cómo los gobiernos asumieron el poder, si fueron dictaduras o democracias, si existieron violaciones a los Derechos Humanos, si hubo corrupción o existió un Plan Nacional, es decir, en dicho texto sólo se nombran fechas y nombres. De esta forma, se le da al estudiante una visión pobre de su historia, no se genera en él ningún espíritu crítico, no se eleva el nivel político de dicha persona. Este tipo de Educación, lejos de formar pensadores y personas con capacidad de análisis, forja únicamente repetidores que no entenderán su rol en el desarrollo de una Nación.
Por ello, la educación está llamada a cambiar estructuralmente. Mejorar su nivel no implica tan sólo el aumento de recursos, una mayor partida presupuestaria, renovar la currícula, etc, sino que pasa por una decisión política de Estado real, para utilizar dicha educación como un medio para darle valor agregado a su población. Una decisión seria sobre la educación debe tener como objetivo primordial el forjar una capacidad analítica crítica, que sirva para entender nuestro pasado, utilizar los recursos del presente y preparar planes estratégicos para el futuro.
Pero, ¿se animarán los gobiernos a ello?. Esta pregunta es crucial, pues una educación de calidad genera mejores ciudadanos, con conciencia de sus deberes y dispuestos a luchar por sus derechos. Una educación de calidad es la mejor llave para abrir nuestra propia celda, es la esencia misma de la libertad. Ciudadanos concientes exigen más de sus gobiernos y sus representantes, vigilan sus intereses y se organizan para renovar sus instituciones, es decir, participan activamente de la vida política de su país. Por ello ¿no preferirán los gobiernos dejar las cosas tal cual y mantener un sistema “educativo” que no les genere mayores problemas? La respuesta la hemos conocido ya en estos últimos 50 años. Nuestro deber por lo tanto será cambiar todo ello, impulsando la verdadera reforma nacional, impulsando una verdadera revolución en la educación que toque las fibras más sensibles de nuestro actual sistema educativo.
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Dimitri N. Senmache Artola
Presidente de la CEDDH – Perú, Asociación Civil
www.democracia.org.pe
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miércoles, octubre 19, 2005

Apuntes para debatir: la prohibición de la reelección y su posible influencia en la participación política de una nueva generación.

Escrito por:
Carlos Tengan
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La reelección es la posibilidad de elegir nuevamente a una misma persona o cosa. En este caso, nos referimos a la reelección de representantes populares. Por tanto, al hablar de su prohibición, estamos aludiendo al impedimento de un representante para volver a ocupar el cargo público para el que fue electo inicialmente. Ahora bien, es preciso indicar que existen dos tipos de reelecciones: inmediata y mediata o diferida. Respecto a la prohibición de la reelección cabe anotar, en principio, que se puede dividir claramente el debate en tres vertientes, dependiendo del cargo en cuestión:
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1) Presidencia de la República.
2) Congreso.
3) Otros representantes populares.
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Rápidamente nos damos cuenta de que existen diferencias notorias en estos tres grupos. Analicemos algunos aspectos.
Por ejemplo: ¿Por qué existe relativo consenso respecto a la prohibición de la reelección presidencial y no así en lo que respecta a otros cargos?
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Las posibles razones de la diferencia son básicamente dos:
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1) Es el máximo cargo en un sistema de presidencialismo extremo, de premierato débil, lo que incrementa las posibilidades de que los recursos estatales se utilicen en beneficio de la reelección, sin contar las inconveniencias que genera la acumulación de poder en una sola persona (reforzamiento del caudillaje).
2) Cálculo electoral o ambiciones personales: sólo hay un presidente. Se ve como una posibilidad lejana, pues se trata de un puesto entre 27 millones de peruanos. A diferencia de los demás cargos, a los que muchos, apenas cumplidos los 25 años, sueñan en ocupar. Lo curioso es que en algunos casos el sueño envuelve incluso la posibilidad de una reelección.
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Alberto Borea, líder de Fuerza Democrática y reconocido jurista, propone la prohibición absoluta de la reelección (ni inmediata ni diferida) para el caso del Presidente de la República y también se muestra a favor de la prohibición de la reelección para los casos de otros representantes, pero con la excepción de los congresistas.
Al parecer este grupo es el más protegido en razón de que “la reelección de los parlamentarios fomentaría la creación de una verdadera clase política”. Al menos ese es el pretexto. Se cree -de buena fe- que los mal llamados “padres de la Patria” son los que conformarán o serán la cabeza visible de esa nueva forma de entender la política. Eso que llaman “profesionalización de la política”.
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Seamos crédulos (sin ser ingenuos) y veamos razones de fondo -bienintencionadas- a favor de la reelección:
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a) Genera una relación más directa entre representantes y electores. Al tener que regresar los representantes a buscar el voto en sus lugares de origen, se produce (por interés) un incentivo para desarrollar una mejor gestión en el cargo. El contacto no se pierde después de las elecciones. Objeción principal: Al existir esta relación directa entre representantes y electores se debilitan los partidos.
Se dice que una democracia se consolida con partidos sólidos. Entonces: ¿El contacto no debiera ser entre la población y el partido votado más allá de quién sea el que personifique temporalmente esa opción? Además, si se quiere mantener ese interés por realizar una buena labor: ¿no sería mejor estudiar alternativas como la renovación por tercios al cabo de la mitad de gestión? Queda claro también que las dos cuestiones expuestas en forma de interrogante podrían encerrar una contradicción, ya que la renovación por tercios traería consigo el mismo problema del debilitamiento de los partidos como consecuencia de una más estrecha relación entre representantes y supuestos representados. Empero, por el lapso menor en que se darían estas votaciones, creemos que no se produciría la desvinculación entre representante y partido, con el adicional de que el denominado “transfuguismo” sería una de las principales faltas que se castigarían con este sistema.
b) Profesionaliza la política. Lo que se indicó líneas atrás. Esta idea nos indica que quienes acceden a un cargo público van adquiriendo experiencia y conocimientos a medida que va pasando el lustro hasta que, en la siguiente oportunidad, su labor se volverá más eficiente. Hay un problema lógico. Se han invertido las posiciones. ¿No deberían contar con la experiencia y conocimiento en la administración de la cosa pública desde antes de ser elegidos? ¿No deberían ser esos elementos requisitos indispensables para que su partido lo postule? Una pregunta más: ¿el simple hecho de haber ocupado un cargo es garantía de que se hará una mejor labor que otra persona preparada y que ha ido ascendiendo producto de una verdadera carrera política?
Este argumento de la profesionalización de la política es cierto en tanto contamos con personas que no han tenido una formación adecuada en las materias que formarán parte de su quehacer diario. Es aplicable a los referentes mediáticos o héroes deportivos que pegaron el gran salto o metieron el gol de su vida y cambiaron las pantallas por una municipalidad o el parlamento nacional. Pero, precisamente, ¿no es esto lo que se quiere evitar? Entonces, no se necesitan reelecciones, sino partidos fuertes con democracia interna donde prime la meritocracia y se fomente la construcción de carreras políticas, desterrándose de una vez por todas, las “invitaciones” y los “cursos acelerados” antes de los comicios.
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En resumen, las razones para estar de acuerdo con la reelección perjudican la construcción de partidos sólidos y, por ende, debilitan aún más nuestra endeble democracia, ahondando el antropomorfismo en la política, en desmedro de las instituciones.
Por otro lado, desconoce la posibilidad de trabajar sin necesidad de ostentar un cargo público y de asesorar a la persona sustituta en los planes y programas inconclusos. Con la no reelección desterraríamos la idea del “voto endosable” o los cálculos respecto a su posibilidad, pues lo que primaría serían las instituciones y no las personas, discurso que se vería reflejado en estas formas de asesoría y colaboración.
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Para ir concluyendo, la no reelección favorecería:
-Repetimos: el fortalecimiento de los partidos y, por tanto, despersonalización de la política, entendida en el sentido de que priman los planes, los programas, las instituciones.
-Como hipótesis: incentivaría a una nueva generación a participar en política. Ya que no se podría esgrimir el argumento: la política es cosa de viejos o de jóvenes hijos de los políticos. Es una argolla, etc.
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Matices
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Pese a todo lo escrito hasta aquí, la no reelección como medida inmediata es discutible, debido a que no sabemos que hay detrás, es decir, quiénes son los cuadros que reemplazarían a los representantes no reelectos.No pongamos la carreta antes que los caballos, reza esa frase que se ha convertido en lugar común. Digamos, entonces, lo siguiente: no pongamos una carreta tan pesada si contamos sólo con una mula que no nos llevará a ninguna parte.
Las interrogantes continúan sueltas: ¿cómo se incentiva a los jóvenes a participar si siguen viendo las mismas y cada vez más arrugadas caras de los políticos? Pero también: ¿cómo se transforma todo de la noche a la mañana si no se ha preparado nada para ese cambio? La renovación no debe ser entendida como un acto parricida. Está enmarcada en un proceso de mutua influencia entre gente con más experiencia y otras que desean insertarse en el sistema. En consecuencia, el cambio no se presentará a través de una ley aislada de reformas dentro de los partidos, que deben consagrar la meritocracia y la formación de verdaderas carreras políticas.
Por último, es cierto también que muchos cambios se han producido porque nos hemos visto empujados a ello. En otras palabras y queda la pregunta para el debate: ¿es indispensable la prohibición inmediata de la reelección para que, de esta forma, los partidos agilicen sus reformas internas?
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lunes, octubre 03, 2005

Tenemos Democracia o sólo “Damos-gracia”

Hablar de democracia en nuestro país se ha vuelto un tema sumamente trillado cuando está en boca de quienes nunca la han usado y quizá no la piensen usar jamás. Aquí por supuesto me refiero a los “dirigentes” de una casta gerontocrática que ha venido gobernando desde hace ya varios años nuestra patria. Cómo no recordar una frase tan bien ubicada en este contexto como: “la democracia para los partidos políticos (aquí también encajan movimientos, gremios, sindicatos, federaciones, etc.) es tan sólo un producto de exportación mas no de consumo interno”.
Es importante, antes de seguir discutiendo sobre la democracia, que podamos tener un mínimo de consenso sobre lo que implica dicho término, no desde un punto de vista etimológico, sino en lo amplio de su concepto. Para ello, me permito establecer tres niveles que nos pueden ayudar a entender la dimensión del concepto de democracia. Estos niveles son: el formal, el estructural y el ético moral.
Empezaré señalando que, dentro del nivel formal, cuando hablamos de un gobierno democrático no podemos reducirlo tan sólo a la circunstancia de haber sido “elegido” a través de elecciones “libres”. Sin duda, debemos ir más allá, pues dichas elecciones deben ser transparentes, periódicas, con diferentes opciones (esta diferencia no sólo debe de ser de nombres y “marcas” sino también de propuestas), los votantes deben estar debidamente informados (con la verdad) sobre lo que irán a elegir, y para ello, el Estado tiene como deber el educar (por lo menos el alfabetizar) a la población para que pueda procesar las propuestas que le ofrecen. Sólo con estas mínimas condiciones podremos estar hablando de una verdadera libertad y de una verdadera elección.
Por otro lado, como ya lo he indicado en diversas oportunidades, el concepto de democracia no debe ser entendido únicamente como elecciones, sino que, principalmente, entrando al nivel estructural de dicho término, debe implicar que el país en cuestión posea una constitución, carta magna o por lo menos una declaración que exprese el consenso de sus ciudadanos en la construcción de una sociedad común. Asimismo, dicha Nación debe constituirse, respetando la noción de Estado, en poderes separados (ejecutivo, legislativo y judicial) que permitan el buen manejo del poder que el pueblo está delegando en sus representantes, quienes a su vez se comprometen a respetar el “contrato social” que ha dado vida a dicho país.
Del mismo modo, ese Estado debe contar con mecanismos de control, tanto gubernamentales como sociales, que permitan que los objetivos por los cuales ha sido elegido un partido para gobernar, no sean dejados de lado. Ello implica que existan, y sean respetados, diferentes niveles de libre participación, los que estén basados en normas previamente establecidas (Estado de derecho), las cuales se encuentren enmarcadas en el respeto, como mínimo, de los derechos fundamentales de la persona (vida, debido proceso, recurso efectivo, libertad de expresión, igualdad ante la ley, etc.). Para que esto ocurra, la responsabilidad del control, tanto estatal como social, debe descansar en instituciones y organizaciones reales, funcionales y sostenibles en el tiempo (Ejemplos de control estatal: Defensoría del Pueblo, Contraloría General, Tribunal Constitucional, etc. En lo que se refiere a control social: Partidos Políticos, Organizaciones no Gubernamentales, Gremios, Federaciones, Colegios profesionales, etc.).
En el nivel “ético moral”, podemos ubicar al sentido que debe sustentar dicho concepto. Aquí encontramos lo que comúnmente conocemos como “el bien común”, es decir, el “para qué somos democráticos”. Por supuesto que un país elige ser democrático para lograr el bienestar de todos, mediante el respeto y la alternancia. Ello es perfectamente lógico, pues ¿de qué valdría todo lo anteriormente descrito si el ciudadano no ve materializado ese bienestar?. Es que se puede cumplir con las formas y tener una estructura adecuada que sustente un concepto, pero si ello no produce un resultado favorable, deja de tener validez.
Aquí es también importante señalar que con lo descrito hasta ahora no se busca llegar a la conclusión que la democracia no es viable ni buena, sino todo lo contrario, que es viable y debemos lograr que sea buena.
Por lo tanto, si nuestra meta, al defender un sistema democrático, es el bienestar social general, debemos partir de la buena fe de todos los actores que hacen posible dicho sistema. Aquí podemos tener algunas conclusiones: “no tiene espíritu democrático real aquel que engaña, roba o hace daño a la sociedad, pues no trabaja en beneficio de ella”, “no es democrático un gobierno corrupto”, “democracia no significa tan sólo que exista una elección”, “libertad no equivale a falta de control” “delegación del Poder del pueblo hacia un gobierno no es sinónimo de “carta blanca”.
Por otro lado, también debemos señalar que parte de la democracia es la alternancia y la renovación. Ello implica que reconozcamos que uno de los principales actores en la construcción de un Estado democrático es la institucionalidad y no el “mesianismo político”. En más de 184 años de República, hemos pasado de depender de la corona española y de un Virrey a depender de un caudillo o “líder”, en el cual depositamos toda nuestra confianza, año tras año, sin éxito alguno. No hemos apostado a la construcción de una Nación ni hemos trabajado para consolidar instituciones que sean las encargadas de diseñar planes a corto, mediano y largo plazo, y a las cuales poderles otorgar nuestro apoyo con la certeza de no ser engañándoos ni timados, con promesas meramente electorales, que nacen previos a la convocatoria de elecciones y mueren segundos después de realizadas éstas.
Por ello es que una figura como la “reelección” es aceptada y permitida por nuestra sociedad, en la creencia de que, la única forma de trasladar experiencias no es a través de instituciones, sino de quedarse en el cargo perennemente. Ese mismo discurso es el que utilizan los gobernantes (presidentes, congresistas, representantes de gremios y federaciones, rectores, etc.) para no alternar el poder. “Es que YO lo hice bien”, “YO tengo experiencia y debo quedarme”, “sólo YO se qué hacer”, “sin mí el Perú no avanza”, “En mí está la solución de todo, en nadie más”, etc., son algunas frases que podemos escuchar cuando de sustentar la “reelección” se trata. Entonces, ¿dónde queda una institución como el partido político?. Si un gobierno de un partido X ha realizado una buena gestión, ¿acaso debemos creer que obedece tan sólo a una persona?, ¿no podríamos pensar mejor que es el resultado de un equipo de gobierno y de instituciones sólidas?. Si alguien, durante su gestión, tiene éxito, las experiencias que ha ganado en el tiempo que estuvo al frente de dicho cargo pueden ser debidamente muy bien canalizadas por medio de su partido. Los votantes en dicho caso sabrán reconocer a la institución por dicho logro, dejando la posibilidad que sea esa misma organización la encargada de una nueva gestión. De este modo se estaría cumpliendo con la alternancia, una palabra que casi está en desuso para un sector como el Congreso de la República, en donde son básicamente los mismos actores, con diferentes nomenclaturas, los que intercambiar escaños cada 5 años.
Si nos vamos al ámbito universitario, ¿qué estudiante puede acaso negar el hecho concreto de que el cargo de Rector es casi un puesto otorgado “a perpetuidad”?.
Es fácil hablar de democracia cuando de utilizar al ciudadano y conseguir el poder se trata, pero qué difícil es respetar el concepto pleno de dicho término.
Hoy, nuevamente, nos encontramos frente a un año 2006 que nos trae consigo la elección de un nuevo Presidente, un “nuevo” Congreso y “nuevos” representantes de los gobiernos regionales y locales. La pregunta que nos asalta es la siguiente: ¿Hay de dónde elegir?, ¿Hay propuestas nuevas?, ¿Se está renovando la política o se reproduce la misma pero con rostro nuevo?, ¿Hemos conocido alguna vez algún gobierno realmente democrático?, ¿Debemos persistir en la búsqueda de un Mesías, un verdadero Pachacutec?, ¿Hemos aprendido de nuestros errores?.
Son muchos los abismos y vacíos que se nos presentan cuando tratamos de entender el concepto real de Democracia, pero mientras no podamos cambiar realidades tales como que una campaña electoral (al Congreso) no cuesta menos de 50 mil dólares promedio, mientras las elecciones signifiquen la obligatoriedad de asistir a votar por alguien del cual no conocemos ni la propuesta ni su equipo de gobierno, en tanto la decisión de votar por uno o por otro obedezca a criterios externos (cara, edad, profesión, raza, sexo, sonrisa, etc) y no a conocimiento real y verdadero de un Plan, en tanto las campañas sean financiadas por grupos de poder económico que terminan por apoderarse de la postura del candidato y, mientras que la participación en la construcción de esa democracia, por parte de los 28 millones de peruanos, sólo se de cada 5 años por medio de las urnas y luego exista indiferencia, no lograremos comprender lo que implica vivir, gozar y sentir un gobierno democrático de verdad.
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Dimitri N. Senmache Artola
Presidente de la CEDDH - Perú
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