Foro Generacional - Perú

viernes, setiembre 30, 2005

Por una nueva cultura política:

Creando valor público a través de la renovación generacional
.
por Carlos Alza Barco
Director de GRUPAL
No es nuevo decir que en nuestro país la política está desprestigiada. Ser político es desde hace varios años sinónimo de corrupción, actitudes cretinas, golpes bajos y transfugismo, entre otras perlas. Los gobiernos en nuestro país han sido especialmente proactivos en destruir la buena imagen que uno podría tener de la función pública y la política. Es más, se han encargado precisamente de generar antivalores y hacer que estos aparezcan como las grandes cualidades de un político real.

Un político en nuestros días tiene como mandamiento “Si no sabe, confunda”. Los políticos arman argumentos inconsistentes pero falaces, convincentes. Poco importa si son ciertos o no. Pero se sienten locuaces, hábiles con las palabras, juegan con ellas, escapan a las preguntas comprometedoras, repreguntan en lugar de contestar, se llaman a sí mismos eufemísticos.

Un político negocia con todos y negocia lo que sea. El político juega siempre a dos caras, así nunca pierde. Pero no es que sea un hipócrita villano. No! El político es versátil, capaz de acomodarse a todas las circunstancias. Salta de un partido al otro como un pequeño saltamonte. El transfugismo no existen su lenguaje. El político no cambia de camiseta, le da un “giro a su vida”. Por ello las alianzas son siempre posibles, si con ello se vence al contrincante. Recuerde! En política estos son siempre sus enemigos.

Un político en nuestros días pareciera tener el mandamiento de gastar cuanto pueda. Obvio! Un político necesita varios autos, choferes, asistentes, secretarias, asesores, recepcionistas, policías personalizadas para viajes al interior y al exterior del país, masajistas y primera dama. Jamás lo olvide, en este mundo heterocéntrico, si no tiene mujer, consígase una.

Pero además, un político en el Perú jamás reconoce los logros del otro. Por el contrario, tiene una habilidad particular por dedicarse a las minucias, a las cositas sin importancia, a destruir cualquier intento por construir país. El político peruano que vemos a diario, no se preocupa de cómo lograr que los que no tienen electricidad tengan el servicio, sino de la vida privada del Ministro de Energía y Minas. El político de nuestros días no se interesa por recuperar la autoridad del Estado en los conflictos ambientales, sino que está buscando quién financia la campaña del Alcalde de Cajamarca o promover marchas y revueltas para quebrar la legitimidad del gobierno de turno. El político de nuestros días no le importa cuáles son los problemas que se desprenden del Informe de la Comisión de la Verdad, ni mucho menos propone políticas de solución, más bien se fija en despercudirse de las acusaciones, deslegitimar las investigaciones o negarse a asumir las responsabilidades de sus gobiernos.

Un político en el Perú de nuestros días no está preocupado en cómo regular mejor la vida en sociedad para que cada quien pueda expandir sus libertades y satisfaga sus necesidades. El político de hoy está dedicado a la destrucción de las instituciones, a las luchas intestinas, a mantener sus cuotas de poder por más mínimas que estas sean pues eso le da supuestamente mayor legitimidad.

La lista sería interminable y este texto –por ende- también. Uno puede tener varias cosas más en mente. Lo cierto es que esto es lo que todos los días vemos en la televisión, leemos en los diarios y escuchamos en las calles. Y lo que es peor, está internalizado en la población aún cuando nos cruce a todos el meridiano de que algo está mal en todo esto.

Y es que efectivamente no dejo de estar convencido de que lo que se necesita es una nueva cultura política en nuestro país. Redefinir la noción de autoridad, diálogo, participación y darle un sentido más profundo en todas las esferas de nuestras vidas. Esto que parece una verdad de perogrullo es frecuentemente olvidado, y quienes asumen cargos públicos como gerentes públicos suelen olvidar la plena posibilidad que tienen de coadyuvar en esta construcción.

En una empresa privada, los gerentes son contratados para generar valor. Ese valor es un valor económico, riqueza, generar utilidades, ganancias para los dueños de la empresa. Normalmente esto se logra a través de la prestación de servicios o la generación de bienes. En una institución pública, los gerentes también están contratados para generar valor. Pero el valor a crear no está referido a las utilidades o ganancias. O al menos no se limita a ello. El gestor público debe estar orientado fundamentalmente a generar valor público. [1]

Los funcionarios públicos tienen que producir resultados valiosos, y estos resultados tienen que ser contrastados y comparados con el costo de oportunidad y la libertad del consumo privado utilizados para producirlos. Así, un funcionario público podría generar valor de dos formas, sea produciendo bienes o servicios, o también a través de la administración eficiente y responsable de las organizaciones y los recursos públicos para responder a las aspiraciones que los ciudadanos han plasmado a través de los mecanismos de democracia representativa.[2]

El problema es que los funcionarios públicos no usan recursos privados, sino precisamente usan los recursos públicos, que son cobrados a los propios ciudadanos a través de impuestos. Por tanto, la tarea de asegurarle a los ciudadanos y contribuyentes que dichos recursos son usados coherentemente con sus aspiraciones colectivas es al menos tan importante como la satisfacción de los clientes o beneficiarios directos de dicha actividad pública.[3]

Pero lo que muchas veces se ignora en este proceso es que estas funciones gerenciales de prestación de bienes y servicios o de establecimiento de políticas de gestión eficientes de los recursos en atención al interés ciudadano, es un potente instrumento de creación de valor público político.

Un político sea como candidato o ya en el ejercicio del cargo público va creando con cada una de sus acciones valor público respecto de los principios que permiten la convivencia pacífica y el desarrollo individual y social.

En ese sentido, la experiencia del Foro Generacional es una oportunidad pero sobre todo una necesidad para la generación de ese valor público que requiere nuestro país en la construcción de una nueva cultura política. Si los nuevos rostros vienen cargados de viejas prácticas poco se avanzará en dicha labor. Por el contrario, el nuevo mundo político que pretendemos construir devendrá en la acentuación del sistema imperante, de ese mundo donde la falacia, la corrupción, el autoritarismo, la zancadilla o el abuso de poder será el mayor valor.

Una renovación generacional de la política requiere entonces una nueva mirada, una nueva forma de hacer política, y un espacio como el Foro Generacional requiere ser una plataforma de diálogo alturado, inteligente, constructivo y sobre todo honesto, tanto como variopinto en sus ideologías y posturas. No hay que confundirse, no se requiere una palestra que lance a nuevos rostros con viejas prácticas, más bien estamos urgidos de nuevas prácticas que le den un nuevo rostro a la política.

[1] Cfr. Moore, Mark. Creating Public Value. Cambridge: 1998.
[2] Cfr. Cortazar, J.C. & Gutierrez, G Sobre la noción de valor público. Indes/BID, 2004.
[3] Cfr. Op.cit.
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1 Comentarios:

  • Wow el artículo parecía una sesión orwelliana de odio hacia los políticos, pero menos mal que afloró despues el discurso positivo sobre el rol en cuestión.
    Como los humanos somos seres políticos por naturaleza aprendemos a ser "personajes políticos" en la experiencia. El Ser Político es una de esas carreras que no se enseñan en ninguna parte pero que se aprende por todas.
    Eso si: siempre hay que ir mas allá del principal engaño usufructuado frecuentemente por los políticos: la imagen. Muchos nos quedamos en la superficialidad del gesto público siendo que detras de cada uno de esos charlatanes, payasos, agoreros, etc, etc, hay algo mas serio y quiza grave.

    Por Anonymous Anónimo, A la/s 5:08 p. m.  

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