Foro Generacional - Perú

sábado, setiembre 10, 2005

Sobre el Potencial Humano de nuestro país

“Potencial Humano” no es sinónimo de cantidad ni mucho menos de disponibilidad de un determinado número de personas, sino por el contrario, es la capacidad que tiene un país de utilizar su población, entendiéndola como un recurso, de la mejor forma, conociendo y reconociendo el potencial inmenso de cada ser y grupo de personas y administrando, de forma más eficiente, su distribución, teniendo siempre en cuenta su formación y la capacidad particular de cada uno de ellos.
En estos últimos 20 años, como resultado de la violencia política interna que nuestro país vivió y que aún no cesa en su totalidad, la población peruana sufrió un cambio radical en lo que respecta a su distribución, lo que originó que un país agrario por excelencia se transformara en uno despoblado en los sectores rurales e hiper-poblados en las zonas urbanas, especialmente en las capitales, como por ejemplo la ciudad de Lima, donde reside más del 30 por ciento del total de habitantes a nivel nacional. Ello sin duda afecta en diversas formas al desarrollo del país, pues genera un problema demográfico en las ciudades, donde el Estado será incapaz de resolver los problemas básicos de vivienda, salud y empleo.
Es muy cierto que el Estado se ha desvinculado con los pueblos y sus expectativas, que no ha tenido en cuenta el potencial que se esconde en dichos poblados, ricos en cultura y tradición milenaria, que han venido evolucionando hasta convertirse en expresiones de gran calidad artística. Este poblador, hoy abandonado y no integrado como un elemento esencial y prioritario para el desarrollo del país, es el que más tarde convertirá las materias primas en productos de gran valor, que transformara con su trabajo la riqueza de la tierra y trascenderá la barrera de las fronteras con su cultura.
El Estado, lejos de verlos tan sólo como una cifra, debe tomarlos como una herramienta importante, tanto por su cantidad como por su calidad. Por ello, es imprescindible destacar que la posibilidad del potencial humano está directamente asociada a la calidad de la educación, pues cuanto más conocimientos tenga la población, las transformaciones que sufran los recursos naturales, tendrán mejores resultados y mayor valor, ya que incluirán una mejor tecnología en su proceso.
El factor poblacional en países subdesarrollados suele verse como un lastre tan pesado como un ancla, que imposibilita al Estado lograr avances significativos en el proceso de desarrollo, lejos de ver en este factor a un aliado en su lucha contra la pobreza.
En las actuales circunstancias por las que nuestro país atraviesa, donde un mercado mundial, cada vez más voraz y con una tecnología muy avanzada, niega al Estado su rol protector, y sólo lo ubica como un ente facilitador y administrador de proyectos sociales, apostar por la gente no es tan irracional como podrían decir algunas personas. Este fenómeno ya ha sido vivido por países como Japón y China, los que si bien parten de realidades muy disímiles, apostaron por el recurso que en ellos abundaba y abunda aún hoy: su población. Actualmente, nadie puede negar que la mano de obra mejor calificada del mundo se encuentra en Japón y que su tecnología representa la vanguardia mundial.
Del mismo modo, el Perú cuenta con un pueblo, como ya se ha dicho, milenario en cultura, con tradiciones ancestrales, con una ciencia capaz de producir la tecnología más creativa como la de los andenes, con el conocimiento de la naturaleza y el dominio de la tierra necesarios para un desarrollo integral. Falta en todo caso, un Estado que sepa coordinar los factores económicos y el potencial humano y vincularlos a un gran proyecto nacional que sobrepase los gobiernos de turno y que vaya de la mano con la apuesta por la educación.
Finalmente, es oportuno añadir que si bien el Estado debe ver a la población en su conjunto como un gran aliado y potencial humano, ello no implica que no deban darse políticas de control de la natalidad, las cuales estén acordes al desarrollo de la economía, para que el aumento del índice demográfico no sea indiscriminado y no pueda afectar con ello el avance lento pero seguro del país.
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